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lunes, 15 de noviembre de 2010

SUICIDAS III

Le dio asco. Mucho y tupido. Arcadas al llevárselo a la boca y de nuevo al intentar rodearlo con los labios. Lagrimeó y se le inundó la garganta con saliva. Escupió y se dio asco. Se sintió sucia y obscena y cerró los ojos para no presenciar su propio horrible espectáculo en el espejo antes de insistir nuevamente. Pero los abrió en medio de la palpitación y la náusea y fue peor. Peor porque se acordó de cuando jamás lo hubiera intentado. De cuando su vida era sonreír y dejarse amar. De cuando no había espejos ni colchones húmedos ni alcohol de por medio. No pasaron más que unos segundos hasta que se decidió y entonces lo entró hasta el fondo, hasta que le doliera. Y sin temblar, como parte del mismo movimiento, apretó el gatillo y al carajo con todo.

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